Los visitantes a la Zona Costa que eligieron las playas de Rosarito no tuvieron descanso en Semana Santa, pues como es tradición los oficiales aprovechan cualquier aumento de afluencia para hacer su agosto, aunque sea abril.

La policía de Rosarito, al mando de Francisco Arellano Ortiz, representa un dolor de cabeza no para los delincuentes, sino para visitantes y residentes, que ya no sienten lo duro sino lo tupido, pues los gendarmes literalmente andan a la caza de cualquier conductor que les parezca “sospechoso” o que haya tenido la mala fortuna de cometer alguna infracción de tránsito.

Los sablazos policiacos se cotizan desde los 100 billetes verdes para arriba, no menos, pues depende del sapo la pedrada.

La forma de operar de los polis de Rosarito es inconfundible: primero buscan una víctima, ah no perdón un violador de la ley de tránsito, después inventarse cualquier excusa para infraccionar; de ahí viene la presión, pues debe pagar en ese momento la multa o es amenazado con recogerle su carro y hasta el corralón irá a parar.

Cansado, agobiado por los gritos y amenazas -no tan veladas- del agente, el pobre conductor entra al juego de “con un billetito se arregla, ¿no oficial?”. Todo está tan ensayado que si necesita ir a un cajero automático, ¡no hay problema! Yo le acompaño, le dice muy solícito el azul, no se vaya a perder oiga.

Historias como esta se escuchan todos los días, más si se trata de turistas, porque a ellos le “encajan más el diente”, a sabiendas de que solo quieren continuar con su camino y pagarán lo que sea.

Pero no crea que Arellano Ortiz desconoce estas prácticas, pues muchos de los policías aseguran que él mismo los manda a “hacer la pizca” como también lo llaman a este movimiento en el argot policiaco, pues deben de entregarse cuotas a los jefes a como dé lugar, y además remolcar el mayor número de unidades posible, ya que se dice, el propietario de las grúas concesionadas al Ayuntamiento es “su compa”.

Pero si piensa que solo los policías municipales se dedican a la cacería, está rotundamente equivocado, ya que también los inspectores de la Secretaría de Movilidad Municipal hacen de las suyas.

Estos empleados dicen que se cotizan alto, cómo no, y pobre de aquel transportista, sobre todo de carga, que caiga en sus manos porque la “mochada” no baja de los 5 mil tepalcates.

Las quejas por actos de corrupción también se concentran en el área de Verificación Municipal, donde los inspectores después de pactar una cantidad, se hacen de “la vista gorda”, permitiendo la venta indiscriminada de alcohol sobre todo en la playa donde la vida es más sabrosa y las bebidas espirituosas corren por doquier.

El pretexto es que no se dan cuenta de lo que pasa, pues son bien poquitos inspectores para tamaño trabajal y ¡hágame usté el favor! Resulta que los vendedores que hasta tienen puesto fijo, burlan la vigilancia (¿?), no así su deber de pagar las cuotas y no precisamente las oficiales.

Además, a los polis del Quinto Municipio les ha dado por poner sus mini retenes, sobre todo con los límites de Tijuana sobre el bulevar 2000, para así alcanzar a agarrar a los visitantes a la salida por si alguno pretendía irse limpio.

Cualquier pretexto es bueno, aunque sea mínimo para luego amenazar con llevarse el auto al corralón.

Pobre Rosarito, tan alejado del no mentir, no robar y no traicionar, y tan cerca de la alcaldesa Araceli Brown, o qué ¿ya me nos van salir con el cuento de que no está enterada de nada?