La tauromaquia, una tradición profundamente enraizada en la historia de México, se enfrenta hoy a un debate que polariza a la sociedad: ¿es una expresión cultural legítima o un acto de maltrato animal?

Con sus raíces que datan de la época de la colonización española, la tauromaquia llegó a México en el siglo XVI. La primera corrida de toros en la Nueva España se celebró el 24 de junio de 1526, en lo que hoy conocemos como el Zócalo de la Ciudad de México, como parte de las festividades para conmemorar el regreso de Hernán Cortés de las Hibueras. 

México es actualmente el segundo país con más plazas de toros en el mundo, solo por detrás de España. La Plaza México, ubicada en la Ciudad de México, se distingue como la más grande del mundo, con capacidad para 42,000 personas. Esta arena es considerada el epicentro de la tauromaquia en el país, donde se celebran eventos de gran magnitud, tanto para los aficionados como para los detractores del espectáculo.

Sin embargo, a pesar de su importancia cultural, la tauromaquia en México ha sido objeto de intensas críticas debido al maltrato que sufren los animales durante las corridas. Organizaciones defensoras de los derechos de los animales, como el movimiento México sin Toreo y Cultura sin Tortura, han generado presión para que se prohíba esta práctica, recolectando más de 30,000 firmas que fueron entregadas al Congreso de la Ciudad de México. Además, más de 50 grupos de protección animal se han unido en esta causa, exigiendo cambios en la legislación sobre espectáculos públicos.

En respuesta a esta presión, varios estados han comenzado a tomar medidas drásticas para prohibir las corridas de toros. Sonora fue el primero en hacerlo en mayo de 2013, seguido de Guerrero en 2014, Coahuila en 2015, Quintana Roo en 2019 y Sinaloa en 2022. Sin embargo, en otros estados como Aguascalientes, Tlaxcala, Hidalgo y Zacatecas, la tauromaquia se considera un patrimonio cultural y material, protegido por ley.

El caso de la Plaza México es representativo del conflicto que vive el país: a pesar de las suspensiones temporales, las corridas de toros continúan celebrándose, respaldadas por un sector de la población que las ve como una forma de arte y tradición. Para ellos, la tauromaquia no solo es un deporte, sino una expresión cultural que forma parte del patrimonio nacional.

A medida que el debate se intensifica, la sociedad mexicana busca encontrar un equilibrio entre preservar las tradiciones y garantizar el respeto por los derechos de los animales. La tauromaquia sigue siendo un tema divisivo, con millones de personas que se oponen a ella, pero también con una base de seguidores que defienden su continuidad en el país.

Con información de Periodic.