El sector del automóvil se ha consolidado como uno de los ejes centrales de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, reflejando su relevancia económica, tecnológica y cultural. A medida que se acercan las elecciones, las posturas de los candidatos, Donald Trump y Kamala Harris, están generando un intenso debate sobre el futuro de esta industria crucial.

Según un informe de S&P Global, publicado a finales de octubre, las empresas automotrices podrían posponer decisiones importantes hasta que se forme el nuevo gabinete presidencial, un proceso que podría extenderse hasta mediados de 2025. Este análisis sugiere que, de ganar Trump, es probable que se relajen las normativas sobre emisiones y se dé un impulso a la producción de vehículos de combustión, lo que podría llevar a un debilitamiento de las políticas medioambientales implementadas por la administración saliente.

El informe también indica que Trump buscará renegociar el T-MEC en 2026, poniendo un enfoque particular en los salarios en México y las inversiones chinas en el sector, lo que anticipa tensiones comerciales entre EE.UU., México y Canadá. Un estudio del banco canadiense TD advierte que la propuesta de Trump de aumentar aranceles en un 10% podría desatar una guerra comercial que afectaría severamente a la economía canadiense, reduciendo su PIB en 2,4 puntos en dos años.

Por otro lado, la candidatura de Harris promete mantener las políticas de Biden, que incluyen restricciones para eliminar gradualmente los motores de combustión y fomentar la producción de vehículos eléctricos. Este enfoque es visto como esencial para el crecimiento sostenible del sector automotriz.

Bill Ford, presidente del consejo de administración de Ford, enfatiza la importancia de la industria automotriz en la economía estadounidense: “No solo fabrica vehículos; genera millones de empleos y promueve la innovación tecnológica”.

Las elecciones de 2016 y 2020 demostraron cómo el sector automotriz puede influir en el resultado electoral. Trump ganó estados clave como Michigan y Ohio, mientras que Biden capitalizó su conexión personal con la industria y su apoyo a los sindicatos.

En 2024, Trump cuenta con el respaldo del influyente empresario Elon Musk, CEO de Tesla, quien ha manifestado que una presidencia de Trump podría beneficiar a sus empresas. Aunque Trump ha mostrado resistencia hacia los vehículos eléctricos, la relación con Musk podría impulsar la adopción de normas de conducción autónoma, favoreciendo a Tesla en el mercado.

El futuro del sector automotriz estadounidense, por tanto, no solo dependerá del ganador de las elecciones, sino que también definirá el rumbo económico y tecnológico del país en los próximos años.