El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, anunció la muerte del líder de Hezbolá, Hasán Nasralá, en un ataque aéreo israelí cerca de Beirut. Biden describió el asesinato como un acto de justicia por las numerosas víctimas de Nasralá, incluidas miles de civiles estadounidenses, israelíes y libaneses. 

En su comunicado, expresó su pleno apoyo a Israel en su lucha contra grupos terroristas como Hezbolá, Hamás, los hutíes y otros respaldados por Irán.
El presidente estadounidense también ordenó al secretario de Defensa mejorar la postura militar de Estados Unidos en Medio Oriente para disuadir posibles agresiones y evitar una escalada en el conflicto regional.

La vicepresidenta estadounidense y candidata presidencial, Kamala Harris, calificó a Nasralá como un terrorista con "sangre estadounidense en sus manos" y reafirmó su compromiso con la seguridad de Israel. Harris destacó que el liderazgo de Nasralá desestabilizó la región y causó la muerte de personas inocentes en varios países.

El gobierno de Líbano declaró tres días de duelo nacional tras el asesinato, mientras que las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) confirmaron la muerte de al menos 20 altos mandos de Hezbolá en el ataque, que incluyó la eliminación de figuras clave como Ibrahim Hussein Jazini y Samir Tawfiq Dib, asesores cercanos de Nasralá.

El ataque desencadenó una respuesta inmediata de Hezbolá, que lanzó decenas de cohetes hacia el norte de Israel, provocando nuevos bombardeos israelíes en Líbano, dejando a más de un millón de personas en riesgo de desplazamiento.