Este 14 de agosto de 2024, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) confirmó lo que muchos ya esperaban con emoción: Claudia Sheinbaum fue declarada oficialmente como la próxima presidenta de México. Con un 59.75% de los votos, la exjefa de Gobierno de la Ciudad de México se convierte en la primera mujer en ocupar la silla presidencial. Sin embargo, esta victoria histórica no llega sin una pesada carga de controversia y dudas que han puesto en tela de juicio la legitimidad del proceso electoral.

Una Elección Cargada de Intervenciones y Manipulaciones

Desde el inicio, este proceso estuvo plagado de irregularidades y acciones que dejaron mucho que desear en términos de transparencia.

La política puso sus tiempos a los plazos de la ley de acuerdo con muchas publicaciones en la prensa -disponibles para la posteridad- y se adelantaron procesos o se forzaron decisiones. No es ningún secreto que Andrés Manuel López Obrador, desde su púlpito mañanero, intervino activamente en el proceso, arremetiendo contra la oposición y favoreciendo descaradamente a su delfina -no delfín- Claudia Sheinbaum.

¿Dónde quedó la imparcialidad que tanto pregonan?

La crítica no es una simple observación: es un llamado de atención sobre cómo se trasgredieron los tiempos y las leyes, haciendo que la campaña se adelantara sin ningún tipo de freno por parte del INE o del propio TEPJF. Es una mancha imborrable en un proceso que, a todas luces, debió ser manejado con más cuidado y respeto hacia la legalidad y los principios democráticos.

¿Victoria de Género o Imposición Política?

Claudia Sheinbaum ha sido presentada como la encarnación del progreso, la primera mujer en llegar a la presidencia. Pero detrás de este logro, que indudablemente es significativo en términos de representación, se esconde un juego político orquestado por un presidente que hizo todo lo posible para asegurar su continuidad en el poder, aunque sea a través de otra persona. ¿Es este realmente un triunfo de la lucha por la igualdad de género o simplemente la culminación de un proyecto de control político?

El discurso oficial, por supuesto, celebra la elección de Sheinbaum como un avance en la equidad de género, pero la realidad es mucho más compleja. Sí, es un hecho histórico que una mujer asuma la presidencia, pero no podemos ignorar las circunstancias sospechosas que rodearon su elección. ¿Es este el tipo de igualdad que queremos, una que llega de la mano de manipulación y favoritismo?

Una Democracia que Deja Mucho que Desear

Los magistrados del TEPJF celebraron la «voluntad del pueblo» y la «integridad del proceso electoral», pero la verdad es que el proceso dejó mucho que desear. Mientras algunos se congratulan por haber «cumplido con su encomienda», lo cierto es que la confianza en las instituciones democráticas ha sido seriamente dañada.

Un Futuro Incierto Bajo la Sombra de la Duda

La llegada de Claudia Sheinbaum a la presidencia, aunque histórica, está marcada por una nube de sospechas y críticas que no pueden ser ignoradas. Mientras algunos celebran este momento como un avance en la igualdad de género, otros vemos con preocupación cómo las instituciones democráticas han sido doblegadas para servir a intereses políticos.

Sheinbaum asume el cargo en medio de una nación dividida y desconfiada, donde el triunfo de una mujer en la presidencia no puede borrar el sinsabor de un proceso cuestionable. Su mandato, que debería ser un símbolo de cambio, empieza con el peso de la duda y la sospecha.

¿Podrá gobernar con legitimidad en un país que ya cuestiona la forma en que llegó al poder? Solo el tiempo lo dirá, pero las señales hasta ahora no son alentadoras.