Por Jesús Sánchez

Los tatuajes, con sus raíces ancestrales, han sido una expresión artística duradera y significativa a lo largo de la historia. En este emocionante panorama, emergen talentos sobresalientes como Laila Orozco, quien descubrió su pasión por el arte del tatuaje desde temprana edad.

Inspirada a los 12 años por su hermana, que se tatuaba en secreto, Laila encontró en el mundo del tatuaje una fuente de motivación y creatividad. “Cuando tenía 12 años, mi hermana comenzó a hacerse tatuajes a escondidas. En una de esas ocasiones, me los mostró. Fui la primera persona a quien se los enseñó”, recuerda Laila con nostalgia.

Con más de siete años de experiencia, Laila ha perfeccionado su técnica y desarrollado una profunda pasión por su profesión. Su amor por la pintura, el dibujo y el arte le ha permitido convertir el cuerpo humano en un lienzo especial, donde cada tatuaje es una obra única. “Cuando me mostró ese tipo de arte, fue como un ¡wow!, algo muy diferente. Instintivamente sentí que a esto quería dedicarme. Si esto es una profesión, a esto quiero dedicarme”, afirmó con pasión.

Laila explica que la búsqueda de la perfección es una constante en su carrera, aunque reconoce que los artistas siempre encuentran algún detalle que podría mejorarse. Este impulso hacia la excelencia la motiva a seguir creciendo y evolucionando en su arte. “Siempre se busca la perfección, pero difícilmente se considera un trabajo 100% perfecto, ya que los artistas siempre encontrarán un error o un punto que se pueda mejorar”, comentó.

Actualmente, Laila trabaja en un establecimiento especializado en tatuajes, donde se siguen estrictos protocolos de cuidado y atención para garantizar la seguridad de quienes se tatúan. Su habilidad y destreza aseguran que cada cliente lleve consigo una pieza de arte permanente y significativa.