Suecia ha dado un paso significativo en su política de seguridad nacional al unirse formalmente a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en una ceremonia celebrada en Washington. 

El primer ministro sueco, Ulf Kristersson, viajó a la capital estadounidense para entregar el instrumento de acceso al secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, formalizando así la entrada histórica de Suecia en la OTAN. En palabras de Blinken, Suecia aporta capacidades significativas en áreas críticas como el Ártico y el Mar Báltico, fortaleciendo aún más la alianza.

Kristersson destacó la importancia histórica de este día para Suecia, completando la incorporación de todos los países nórdicos bajo el paraguas de la OTAN y asegurando la inclusión estratégica del Mar Báltico en la alianza. Esta decisión se basa en una elección democrática y soberana, afirmó el mandatario sueco, subrayando que la OTAN representa la libertad y la defensa común.

La adhesión de Suecia a la OTAN, junto con la reciente incorporación de Finlandia, marca la expansión más significativa de la alianza en décadas. Esto no solo fortalece la seguridad en la región del Báltico, sino que también envía un mensaje claro a Rusia sobre la determinación de los países miembros de la OTAN para garantizar su defensa colectiva.

Suecia, con sus submarinos de última generación y una flota considerable de cazas Gripen, añade importantes activos a las fuerzas de la OTAN y se convierte en un enlace estratégico entre el Atlántico y el Báltico. Sin embargo, la decisión de unirse a la alianza no ha sido sin controversias, ya que Rusia ha amenazado con tomar contramedidas en respuesta a esta iniciativa.

La adhesión de Suecia marca una clara ruptura con su pasado de más de 200 años de neutralidad militar. Aunque el proceso de ingreso a la OTAN enfrentó obstáculos y retrasos, finalmente culmina en un día histórico para el país escandinavo y para la OTAN en su conjunto.