En el complejo y a menudo turbio panorama político de hoy, ¿hay que desconfiar del periodismo mexicano? Hay una máxima que se ha vuelto cada vez más apremiante: “Piensa mal y acertarás, piensa peor y acertarás mejor”. El principio de esta frase,”Piensa mal y acertarás”, se atribuye comúnmente a Maquiavelo, aunque su autoría exacta no está confirmada. Nicolás Maquiavelo, en su obra “El Príncipe”, expone la idea de que es mejor ser temido que ser amado, y aborda la naturaleza humana y política con una perspectiva realista y pragmática. Así que, la otra parte de la frase resume la realidad de un país donde la sospecha y el escepticismo hacia el poder se han arraigado profundamente en la psique colectiva.

En México, el periodismo ha enfrentado desafíos monumentales a lo largo de los años. Desde la censura y la intimidación hasta la violencia y el silenciamiento, los periodistas mexicanos se han visto obligados a operar en un ambiente -de linchamiento- de trato hostil y peligroso. En este contexto, la premisa de que el poder es capaz de cualquier cosa se vuelve casi una verdad autoevidente.

Las sospechas sobre las acciones del poder no son infundadas. Los casos de corrupción, abuso de poder y violaciones a los derechos humanos han salido a la luz una y otra vez, revelando una red de complicidades y encubrimientos que alcanzan las más altas esferas del gobierno y la élite política.

En este contexto, el periodismo se convierte en una herramienta fundamental para la rendición de cuentas y la transparencia. Sin embargo, los periodistas que se atreven a desafiar el statu quo lo hacen bajo la constante amenaza de represalias y represión. La impunidad que rodea los ataques contra la prensa socava la libertad de expresión y fomenta un clima de miedo y autocensura.

En un país donde la verdad es a menudo una mercancía escasa, los periodistas se enfrentan a una encrucijada moral. ¿Cómo pueden informar de manera justa y precisa en un entorno donde la desinformación y la manipulación son moneda corriente? La respuesta no es fácil, pero una cosa es segura: el periodismo valiente y comprometido es más necesario que nunca.

Es fundamental que la sociedad mexicana mantenga una postura crítica y vigilante frente al poder. La sospecha no debe ser vista como un signo de paranoia, sino como un acto de precaución y auto-preservación. En un país donde la impunidad es la norma y la corrupción no se ha probado que es endémica, pensar mal y peor puede ser la única forma de acertar verdaderamente.

Ya para terminar, el periodismo en México enfrenta enormes desafíos, pero también tiene un papel crucial que desempeñar en la construcción de una sociedad más justa y democrática. Al pensar mal y peor, los periodistas pueden desentrañar la verdad oculta y exponer las injusticias, contribuyendo así a la lucha por un México más transparente, equitativo y libre.