El estado de Alabama se prepara para llevar a cabo la ejecución de Kenneth Smith, condenado por homicidio en 1996, mediante el uso de un método controvertido denominado hipoxia con nitrógeno. La aplicación de este procedimiento, considerado "tortura" por la ONU, está programada para el 25 de enero a las 18:00 horas, marcando la primera vez que se utiliza en Estados Unidos.

A pesar de las protestas de Naciones Unidas y diversas organizaciones sociales, el enfoque de las críticas se centra en el método específico, no en la práctica de la pena de muerte en sí, que sigue vigente en más de la mitad de los estados de la nación.

Según datos del Centro de Información sobre la Pena de Muerte (DPIC), el año pasado se llevaron a cabo 24 ejecuciones a nivel estatal. Texas encabezó la lista con ocho condenados a muerte, seguido por Florida con seis, y Oklahoma y Missouri con cuatro cada uno. Alabama contribuyó con dos ejecuciones.

Desde 1976 hasta la fecha, se han ejecutado a 1,582 personas en los 35 estados que han permitido la pena de muerte. Texas lidera esta macabra estadística con 586 ejecuciones, aproximadamente un tercio del total.

Los datos revelan una disminución gradual en el número de condenas a muerte en las últimas dos décadas. Según el DPIC, esto podría reflejar un cambio en la percepción de los jurados sobre la eficacia, precisión y moralidad de la pena capital.

El informe también destaca que el 79% de los ejecutados en 2023 sufrían al menos una enfermedad mental grave, una lesión cerebral o una discapacidad intelectual y/o un trauma infantil grave, subrayando la creciente consideración de factores de salud mental en estas decisiones.

A pesar de la tendencia a la baja, más de la mitad de los estados aún practican la pena de muerte. En contraste, desde 1976, 23 estados y el Distrito de Columbia han abandonado esta práctica, siendo Virginia el último en hacerlo en 2021, seguido por Colorado en 2020.

La pena de muerte en Estados Unidos se aplica principalmente a quienes han cometido homicidios, participado en atentados como tiroteos masivos o incluso en casos de violación y asaltos a mano armada que escalan a consecuencias letales.

La inyección letal es el método más común, administrando tres dosis: un anestésico, un fármaco paralizante y otro para detener el corazón. Otros métodos utilizados incluyen la electrocución, el gas letal, el ahorcamiento (previo a su abolición en New Hampshire), y el pelotón de fusilamiento, que todavía se emplea en Mississippi, Oklahoma, Utah, Carolina del Sur e Idaho.