En el oeste de China, una región montañosa fue sacudida por un terremoto de magnitud 6,2, marcando el evento como el más mortífero en casi una década para el país.

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El epicentro del sismo tuvo lugar en el condado de Jishishan, provincia de Gansu, a tan solo 5 kilómetros de la frontera con la provincia de Qinghai. Las consecuencias del desastre son devastadoras, con la destrucción de pueblos, carreteras y la caída de líneas eléctricas y de comunicación en la zona.

Hasta el momento, se han registrado más de nueve réplicas, siendo la más significativa de magnitud 4,1, lo que ha incrementado el miedo y la inestabilidad entre la población.

La situación se agrava debido a las condiciones climáticas, con bajas temperaturas nocturnas que oscilan entre -15 y -9 grados Celsius (-5 y 16° Fahrenheit).