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Capítulo XIV de Aventuras de un cubano en México

OPINIONES

26-06-2023


Capítulo XIV de Aventuras de un cubano en México IFOTO: Baja News

Capítulo XIV de Aventuras de un cubano en México IFOTO: Baja News

Redacción BajaNewsMx
Editorial bajanews.mx| BajaNews
Publicado: 26-06-2023 09:42:08 PDT

Estoy escribiendo estas líneas y me parece que las estamos saboreando todavía

En la casa ayudábamos en lo que podíamos. Los muchachos iban a las escuelas y los mayores tenían sus trabajos. Por lo tanto, intentábamos que al llegar, cansados de su bregar diario, no tuvieran que ponerse a hacer las labores del hogar. Los muchachos y algunos familiares que llegaban allí con frecuencia, se empezaron a aficionar a mi forma de preparar el arroz. Había entre los visitantes, aunque familia, una pequeñita muy inapetente. Estaba delgadita debido a lo poco que comía, pero en cambio, a veces se servía doble plato de arroz porque le gustaba como lo hacía el abuelo.


Mi hijo y su esposa nos daban una especie de mesada y con ella hacíamos nuestras incursiones, que eran no solo a conocer sino a comer cosas que eran exóticas para nosotros. Entre estas, siempre recordamos una pizzería que estaba en una pequeña plaza y para llegar hasta ella había que subir un empinado cerro. Yo hacía ese camino haciendo un alto en cada poste del camino, a los cuales me abrazaba respirando fatigosamente, pero ese día entramos al establecimiento y pedimos una lasaña, uno de mis platos favoritos. Amarilis dejó la mitad y yo no pude con toda la mía, porque aquella delicia era como una bomba de profundidad. Estoy escribiendo estas líneas y me parece que las estamos saboreando todavía. 


Cuando llevábamos alrededor de dos meses, nuestra nuera tuvo una reunión de trabajo en Guadalajara y nos invitaron para ir con ellos. La estancia sería de cuatro días. 


Una vez más a enfrentarme con los aviones y como diríamos en Cuba: a llorar que se perdió el chupón. Pero bueno, Guadalajara, la mítica, la que conocía solo por canciones como esa que lleva por título su nombre o “Ay Jalisco no te rajes” en la voz inolvidable de Jorge Negrete, era un incentivo lo suficientemente grande como para lanzarme a la aventura y enfrentar el miedo todo lo más varoncito que pudiera. Si Jalisco no se había rajado, quién era yo para deshonrarla haciendo lo contrario.


Llegamos a la ciudad de noche y un uber nos dejó en el hotel Dalí, una instalación confortable y con una excelente atención. Todavía estaba activo el servicio de habitación y nos trajeron unas hamburguesas con una manifestación de papas fritas hirviendo que nos hicieron sentir humanos de nuevo. 


Al día siguiente, después de desayunar, nos fuimos hasta dos manzanas de allí, donde me encontré algo que no veía desde niño: un tranvía, por supuesto setenta años más moderno, pero mi nuera decidió que optáramos por un coche tirado por un caballo que evidentemente estaba bien comido y con un conductor al frente que se conocía la vida y milagros de la ciudad, tanto su historia como sus chismes más sabrosos. Fue en ese recorrido donde llegamos a la majestuosa mansión de Cantinflas. Estaba cerrada al público, pero nos tomamos fotos que nos van a enorgullecer mientras vivamos. 


Pero lo que más nos llamó la atención, fue que en varios kilómetros a la redonda solo vimos comercios. El centro de la ciudad es una inconmensurable cantidad de comercios donde no se ve una sola vivienda y nos preguntamos, ignorantes cubanos, ¿dónde vive la gente de aquí? Y nuestro querido y amable guía nos dijo con una sonrisa un tanto pícara: en la periferia.