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Capítulo IX de Aventuras de un cubano en México

OPINIONES

22-05-2023


Capítulo IX de Aventuras de un cubano en México IFOTO: Baja News

Capítulo IX de Aventuras de un cubano en México IFOTO: Baja News

Redacción BajaNewsMx
Editorial bajanews.mx| BajaNews
Publicado: 22-05-2023 09:48:59 PDT

A sacar pasajes, a jugarse la vida en un avión y a llegar al México soñado con el corazón en la boca

El cónsul que me entrevistó me hizo muchísimas preguntas, pero la vida me ha enseñado que la mentira tiene piernas cortas y contesté a todo con la sencillez de la verdad: lo fundamental era pasar unos meses con mi hijo y conocer lo que pudiera de este inmenso país, tan extenso, que me imagino que el mexicano más mexicano no conozca ni la centésima parte.

 

Entre esas tantas verdades, recuerdo haberle dicho que en Cuba antes de la revolución se veía mucho cine de este país y se oía mucho su música, sobre todo las rancheras más famosas, y las había conocido también a través de la radio y la televisión. Recuerdo haberle dicho, tal vez por el nerviosismo, que había una gran cantidad de campesinos que eran muy aficionados a esa música y al igual que al país, yo conocía una ínfima cantidad de su vasta cultura. Que como era escritor, siempre me resultaba bienvenida la cultura de cualquier país de donde proviniera. 

 

Le di tantos argumentos y explicaciones, que cuando me detuve pensé que me iba a rechazar, aunque solo fuera por haberlo mareado. Lo más curioso del caso es que tanto muchas de mis amistades como casi todas mis relaciones, siempre se han quejado de que hablo poco, a pesar de que la palabra, por supuesto, se supone que sea el reino indiscutido de los escritores. Pues ese día hablé hasta por los codos.

 

Sin embargo, con una afable sonrisa, de esas que caracterizan a todo diplomático que se respete, acuñó mi pasaporte y me dijo que tenía un permiso por diez años. Viva México. 

 

El lunes siguiente ocurrió todo lo contrario con Amarilis. Llegó la primera y fue la penúltima en ser atendida. Estuve casi cinco horas sentado en la acera de enfrente (eso a lo que ustedes le llaman banqueta), llegó un momento en que ya no tenía acomodo y además, bajo un sol bien bravo agravado más aún porque en las cercanías no había un lugar donde beber alguna cosa refrescante. Desde donde estaba no podía verla, porque los cristales del frente son polarizados. Por supuesto, ella sí me veía y aguardaba con la misma angustia natural que había sentido yo unos días antes. 

 

Cuando la llamaron, fue atendida por una señora alta y corpulenta, pero muy elegante, que la miró de una manera impersonal. Claro, había atendido no menos de treinta personas y debía estar agotada. No obstante, la recibió con la misma sonrisa profesional y le preguntó por qué quería conocer México. 

 

     -Es que nosotros… -comenzó ella a decir, pero fue interrumpida por la funcionaria.

     -¿A qué se refiere cuando dice “nosotros”?

 

     -Es que mi esposo tuvo su cita el viernes y le otorgaron la visa por diez años –contestó ella y le mostró mi pasaporte, que por suerte había llevado, no recuerdo si por idea suya o mía.

 

Pues no medió una palabra más. La señora cónsul tomó su pasaporte y lo acuñó. En principio, Amarilis pensó que había sido rechazada y salió con expresión de funeral, pero al mirar, buscando el supuesto cuño del rechazo, se encontró con que también había sido visada por diez años. 

 

Finalmente, estábamos en el camino. A sacar pasajes, a jugarse la vida en un avión y a llegar al México soñado con el corazón en la boca, pero como dijo el rey español Alfonso XII, París, bien vale una misa.