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Capítulo VIII de Aventuras de un cubano en México

OPINIONES

15-05-2023


Capítulo VIII de Aventuras de un cubano en México IFOTO: Baja News

Capítulo VIII de Aventuras de un cubano en México IFOTO: Baja News

Redacción BajaNewsMx
Editorial bajanews.mx| BajaNews
Publicado: 15-05-2023 09:57:30 PDT

Yo soy un individuo que quiere morir vertical con los pies sobre la tierra

Nuestro paso siguiente era conseguir las visas correspondientes para hacer el viaje que habíamos planeado, no como una meta sino como un sueño. Ninguno de los dos había viajado nunca fuera de Cuba, Amarilis no había pisado jamás un avión y yo les tengo terror. Yo soy un individuo que quiere morir vertical con los pies sobre la tierra. 

 

Toda mi vida he tenido tres miedos físicos: el primero a los aviones, porque son unos pajaritos gigantes que te pueden hacer una broma pesada y casi siempre una sola vez. El segundo a las motos, porque esa idea de que llevo el motor debajo de mi cuerpo y yo soy la carrocería no me hace ninguna gracia. Y el tercero a cualquier instrumento cortante, en toda su extensa gama, que va desde cosas tan diminutas como un rastrillo de afeitar o un bisturí, hasta el sable de un samurái. Soy capaz de enfrentar desde una pistola hasta un cañón anti desembarco con la misma serenidad de un chino, pero nada que solamente me pueda arañar. 

Pues como les iba diciendo, nos pusimos en pie de guerra y tratamos de conseguir una cita en la embajada mexicana radicada en la zona aristocrática de Playa, en el oeste de La Habana. Allí nos enseñaron un inmenso cartel donde se decía que las citas habían de ser solicitadas a una dirección de correo electrónico. Fotografiamos las instrucciones y estuvimos más de una quincena intentando comunicar, pero al fin comprendimos que era más fácil conectarse con Dios. 

 

Dando tumbos y averiguando, un vecino de donde residía me dijo con una alegre sonrisa que no siguiera perdiendo mi tiempo miserablemente, porque solo había una forma de conseguir la ansiada cita. Con mucho dinero.

 

Otra persona nos dijo que había un grupo de hackers cubanos que impedían la conexión y por cuatrocientos dólares cada uno resolvían las ansiadas citas, lo cual no quería decir que te garantizaran las visas: era un pago solo por ser atendido en la embajada. Si en la entrevista el funcionario mexicano te negaba el permiso, perdías todo el dinero. Este lucrativo negocio continúa actualmente, solo que ahora el precio anda por encima de los mil dólares por cada cita.

 

Mi cita era para un viernes y la de Amarilis para el lunes siguiente. Cuando entré, me encontré con el problema de que la entrevista, te aceptaran o no, valía treinta y seis CUC, una moneda en esos momentos equivalente a los dólares. Como nadie me había alertado, no llevaba esa cantidad encima. Solo llevaba moneda nacional. Pedí permiso al funcionario que estaba en la puerta y le dije el problema a Amarilis, que rápidamente se fue hasta la casa de un amigo que vivía como a diez manzanas de allí y regresó antes de media hora con el dinero.

 

Terminé de pagar en la ventanilla y fui el último en entrar. Para mi sorpresa, fui el primero en ser llamado y por supuesto, lo único que se me ocurrió pensar de aquella acción fue que eso no auguraba nada bueno y que al fin y al cabo, no conoceríamos México. Estaba seguro de que me iban a rechazar. Me pusieron delante de una máquina fotográfica. Nunca he sido particularmente fotogénico –feo sí, pero no fotogénico-- y supongo que mi expresión era tan desgarradora, que milagrosamente no se rompió el lente. Luego me hicieron parar delante de la puerta de uno de los cónsules entrevistadores. Mi corazón estaba pateando mi pecho de lo lindo y casi lo escupo cuando me llamaron.  

 

De pagar en la ventanilla correspondiente, fui llamado por uno de los cónsules entrevistadores. Me hizo muchísimas preguntas, pero la vida me ha enseñado que la mentira tiene piernas cortas y contesté a todo con la sencillez de la verdad: lo fundamental era pasar unos meses con mi hijo y conocer lo que pudiera de este inmenso país, tanto, que me imagino que el mexicano más mexicano no conozca ni la centésima parte. Entre esas tantas verdades, recuerdo haberle dicho que en Cuba antes de la revolución se veía mucho cine de este país y tal como el país, conocía una ínfima cantidad de su vasta cultura.

 

Con una afable sonrisa, de esas que caracterizan a todo diplomático que se respete, acuñó mi pasaporte y me dijo que tenía un permiso por diez años. Viva México.